Si el nombre de Chris Sprague no os suena vamos a dar pistas. Baterista de la reivindicable banda de Nashville, Los Strayjackets, o mercenario a sueldo del prolífico Deke Dickerson son suficiente currículo para reivindicar este, su tercer álbum en solitario con The Outta Sittes como bandera señalizadora de lo que en un futuro podría ser su carrera musical.
¿Y porqué nos atrevemos a pronosticar destinos?. Simple. Abren obra con un tremendo “Arula mata gali” dedicado a su amigo Brian, que es una perfecta obra de garage-punk-psycho con un ritmo que envidiaría a los mismísimos Morlocks y que a partir de ahora es reivindicable puño en alto en sus directos. Alentada a grito de Tarzán -oiganla- se ha convertido en himno para todos los amantes del fuzz furioso y los ritmos acompasados de las cuevas. Envidia de los ejecutores de los tres acordes con distorsión a tope, se siente, esta es la mejor de este año por ahora.
La continuación del álbum no desmerece el pistoletazo de inicio, en vez del frat y el surf que ejecutaban en sus anteriores trabajos, ahora se decantan por tonadas mecidas por envolventes farfisas, beats sincrónicos, efluvios de los Remains y ritmos bañados en las calles del "Swinging London" del 65. Si no están de acuerdo decidan oyendo el “I deam of Jeannie” que ocupa el séptimo corte.
Siguen haciendo versiones, claro, se atreven con los Sparkles y su “I ain’t no friend of mine”, y se sienten poderosos al hacer el “Gotta Get some “ de The Bold saliendo más airosos que otros compatriotas suyos que ya intentaron la epopeya.
Sí, acaba con fiesta final en castellano. Un detalle que no hace más que destacar el maravilloso disco que acabamos de disfrutar.
Autor: VTR
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