"Cuando lo más peligroso que había en el rock ya se ha asumido por la sociedad como algo folclórico, comercial y pintoresco, no nos queda otra opción que huir hacia terrenos menos cómodos y transitados. El rock y sus subgéneros se han convertido en algo inofensivo y ridículo, y tener una banda parece que es como ir a jugar con los amigos al fútbol sala. El objetivo es apartarnos de todo eso, por eso pusimos a Concha Piquer encima de la arquitectura bizarra de Madrid en la portada. Aunque sabemos que es difícil lograrlo tenemos algo que quizás otros no tengan, disciplina y ganas de aventura, además de una buena ración de mala leche."
Ojala el texto de arriba hubiera salido de nuestras sosas cabeza, pero el entrecomillado y la poca vergüenza que aún nos queda nos delata, y reconocemos que no encontraríamos mejor manera de describir lo que que percibimos en la música de Caniche, y la hace tan adictiva para nosotros, que la que ha usado Andrés, guitarra y voz de esta formación de sonido indescriptible, que viene a recriminar de un modo fehaciente, y fácilmente contrastable con que tan solo le deis una escucha a su recién estrenado álbum, un concepto o una idea a la que ya nos hemos referido en alguna de nuestras últimas publicaciones, que es la necesidad de ir mas allá y apartarnos de nuestra siempre segura y ya manida "zona de confort", si es queremos romper nuestros limites y encontrar cosas que realmente desencajen nuestros consabidos esquemas... De salir de la linealidad e ir un paso mas allá, algo que como cualquier deporte de riesgo en esta vida requiere de entrenamiento y un insaciable espíritu de superación, conclusión esta que nos hace comprender en su totalidad y a la primera el título tan acertado elegido para este disco "Disciplina y Ganas de Aventura"... Y es que hasta eso lo ha hecho bien este cuarteto!
La banda estrenaba a finales del verano pasado "En el club privado" y "Mil nombres de mujer", dos soberbios adelantos que ya no pudimos contenernos en reseñar de un disco que se ha hecho de rogar mas de la cuenta, que ha sido grabado en La Huerta, el estudio en Lavapiés de Adolfo y Héctor miembros de Afilador, otro banda cuya inconmensurable "finura" promete fundirnos los plomos con su inminente nuevo álbum "Romancero Panocho".
Las virtudes de esos dos temas de adelanto eran lo suficientemente explícitas para mantenernos ansiosos esperando con avidez el resto de temas que completan este sensacional disco de tajante y aplastante factura, en el que su lírica es tan recia como su música, siempre oscura y renegrida, impulsada por una batera tribal que en algunos momentos se hace casi ritual, ahora comandada por Adam, junto a Carlos al bajo, y los ya integrantes primigenios Guillem y Andrés a cargo de guitarras y voces, generando un disco que tiene influencias tan dispares como numerosas, pero que combinadas con una innata querencia, ellos han convertido en formula magistral, que como la Coca-Cola muestra sus apetecibles y refrescantes resultados, sin que nadie, probablemente ni ellos, sepan la cantidad exacta de cada ingrediente, y a la que no le encontrarnos esquemas que se ajusten en su totalidad, ni siquiera en un porcentaje aceptable como para poder enmarcarlas dentro una consabida etiqueta, algo siempre maravilloso, pero que en el envoltorio de sus pistas siempre emplea elementos comunes, con guitarras borrosas que cada vez que les apetece se abren paso llamando la atención con largas y puntiagudas notas y en el que la profusamente reverberada voz recita impertérrita sus alegatos en extensos panegíricos sin estribillos que no están ahí por mera decoración, ni mucho menos, requiriendo una recompensada atención, tanto en contenido como en forma, para crear una totalidad que solo puede estar hecha por valientes... Y la valentía hoy en día es una cualidad tan escasa que siempre debería ser correspondida.
Las virtudes de esos dos temas de adelanto eran lo suficientemente explícitas para mantenernos ansiosos esperando con avidez el resto de temas que completan este sensacional disco de tajante y aplastante factura, en el que su lírica es tan recia como su música, siempre oscura y renegrida, impulsada por una batera tribal que en algunos momentos se hace casi ritual, ahora comandada por Adam, junto a Carlos al bajo, y los ya integrantes primigenios Guillem y Andrés a cargo de guitarras y voces, generando un disco que tiene influencias tan dispares como numerosas, pero que combinadas con una innata querencia, ellos han convertido en formula magistral, que como la Coca-Cola muestra sus apetecibles y refrescantes resultados, sin que nadie, probablemente ni ellos, sepan la cantidad exacta de cada ingrediente, y a la que no le encontrarnos esquemas que se ajusten en su totalidad, ni siquiera en un porcentaje aceptable como para poder enmarcarlas dentro una consabida etiqueta, algo siempre maravilloso, pero que en el envoltorio de sus pistas siempre emplea elementos comunes, con guitarras borrosas que cada vez que les apetece se abren paso llamando la atención con largas y puntiagudas notas y en el que la profusamente reverberada voz recita impertérrita sus alegatos en extensos panegíricos sin estribillos que no están ahí por mera decoración, ni mucho menos, requiriendo una recompensada atención, tanto en contenido como en forma, para crear una totalidad que solo puede estar hecha por valientes... Y la valentía hoy en día es una cualidad tan escasa que siempre debería ser correspondida.
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