Haciendo balance de la primera mitad de este 2019, nosotros a pesar del constante pesimismo generalizado que suena mas a costumbrismo que a una percepción real, en el que parece que todo lo pasado fue mejor, sinceramente volvemos a estar bastante satisfechos con lo que nos esta dejando este año, al igual que nos paso con el anterior, y es que como siempre decimos, o la gente no escucha o no sabe buscar, porque cosas buenas se hacen, y no solo por formaciones de nueva creación, y buena muestra de ello, reciente y fehaciente, la encontramos en nuestro país con reputados y eternos ariscos como Ídolos del Extrarradio, a los que reseñábamos hace un par de días, o desde el otro la del charco con la bronca banda de la que os hablamos hoy, Telekrimen, que no solo vuelve a la palestra tras 7 años desde su última edición, si no que lo hace con su mas vil y degollante trabajo, en el que podemos apreciar otra de las tendencias que marcan este final de década, que ojala sea premonitorio de lo que acontezca en los 2020s, que no es otra que un "embrutencimiento" del "modus operandi", cada vez mas áspero y gordo, en los que esta abrupta voluptuosidad no resta para nada calidad, si no que engrandece un producto, que por lejos de parecer indomesticable no se conforma ya con el mero zarpazo, y el escoger dos bandas de estilo tan distinto, (quizás no tanto al menos en el mensaje, a pesar de la distancia), nos ayudan a mostraros lo generalizado de esta percepción que tenemos.
Amparados por la todopoderosa Slovenly, en conjunción con la siempre acertada y ya mas de una vez referenciada y reverenciada "diskera" de Cancún, Música para Locos, nos llega esta salvajada de largo, nada menos que el quinto ya de una banda que debería ser mucho mas conocida en nuestro país, que con un título que deja constancia de una apesadumbradora y evidente realidad, "Culto a lo Imbécil", como el caballo de Atila arrasa por donde pasa, teniendo la aptitud de hacerlo tocando infinidad de palos, con la habilidad de salir airoso de todos ellos... Porque aquí cada tema es un mundo y hay un mundo en cada tema, y si no estuviera tan profundamente marcada la impronta de un estilo tan propio, mas que meritorio hilo conductor para nada fácil de conseguir en estos géneros, estamos seguros que tanto eclecticismo nos confundiría, algo que aquí no ocurre en ningún momento porque en este disco hay de todo y todo bueno, y las formas siempre vándalas y feroces de tirarlo lo convierten en aquella maravillosa "caja de bombones" de Forrest Gump, en la que nunca "sabes lo que te va a tocar", pero sea lo que sea siempre será "puro chocolate 100% cacao", que en este caso siempre ira especiado con el poderoso y abrasador picante de aquella tierra, y un excesivo chorreón del mejor mezcal, para que cuando lo saboreamos haga la experiencia tan abrasiva y sofocante como adictiva y provechosa.
El surf alienante y a cascoporro de la "marciana", Man... or Astroman?, es el poderoso efluvio que empapa este LP hasta el tuétano en la mayoría de sus cortes, con algunos temas de puro "instrosurf" como "Magia Negra" o el que da título a este disco, en los que los riffs de unas guitarras nunca cabalgaron olas con mas mala hostia y la mar mas bravía. La acelerada rítmica sureña del granderrimo beat'n'roll a todo trapo del mismísimo Bo Biddley en "El Último día". La hipnótica recursividad de unos Monks desatados, de maravilloso teclado, instrumento enriquecedor que envilece y ayuda a "canallizar" toda la creación, siempre de un modo atinado y en su justa medida en cada pista, contando con unas incansables guitarras cargadas de arisco twang en un tema de casi ocho minutos como "Jeremías", en el que nosotros, siempre fieles seguidores del dicho "lo bueno si breve dos veces bueno", nos tenemos que tragar nuestras palabras y desear que ojala durara ocho minutos mas. No son mas que alguna muestra de como este cuarteto se ha reinventado a lo grande, con un nuevo trabajo en el que se atreven a explorar, por derecho propio ganado a pulso y encima con éxito, mucho de los matices mas salvajes y agrestes del Rock'n'Roll, alimentándose y teniendo como sustento un oleoso y sanguinolento punk-garage de apesumbrador mensaje, que es expresado con voz rajada de malévolo forajido, en el que un soberbio "Ni Esperanza Ni Futuro" deja claro desde el primer corte la renegrida visión de un disco parido con la tripas, que viniendo de una urbe siempre tan desenfrenada, intensa e inmensa como Ciudad de México es entregada con una pasión desorbitada.