Lo de King Cayman es grande. Lo que hace este chaval con su Pawn Shop Super-Sonic de sonido más seco todavía que su bolsillo (“he traído camisetas –dijo- a ver si me puedo sacar algo porque he venido con 5 pavos y me he gastado la mitad en el metro”), a la que, desde el segundo tema, una cuerda dijo que ya no aguantaba más –¿y qué coño importa?-, es digno de merito y de genitales. Te puede molar menos o más, eso que dicen de “llegarte” o no “llegarte” (ufff), pero me da la impresión que hace exactamente lo que le da la gana, le apetece y le mola y eso pocos lo pueden decir. Impagable cuando se marcó un solo (bueno… unos acordes guarros…) con la guitarra en la espalda. Sal tú y hazlo...... Gracias rey caimán.
Reconozco que no había escuchado a los franceses Les Grys-Grys, sólo algunos vídeos de dónde siempre, para decidir si valía la pena salir de casa una noche fría. Mola mucho cuando en un minuto notas que has tomado la decisión correcta, y tan correcta es que cuando todo ha acabado, te das cuenta que el frío no era para tanto. Recomiendo a todos los que leáis estas letras que si en vuestra ciudad actúan estos 5 de Montpellier, no os los perdáis (a pesar del frío) y tomareis la decisión correcta.
Sonido Crawdaddy o lo que té la gana, pero los franceses no necesitaron ni un buenas noches en toda la velada —ni si quiera un bonne Nuit— para llevarse a la gente a su terreno de rodillas desencajadas.
Bajo y guitarra solista tirando de Rickenbackers: Almir Phelgev (“clavao” a Ian Hunter, o al menos creo que llevo una foto de él a su peluquero para que le hicieran el mismo peinado) y Romeo Lachasseigne, más que correcto y que se pasó rato, al menos tres temas, punteando entre un público preocupado porque llegara el cable a todos los sitios dónde se dirigiera. Un batería sudoroso, Esteban Grisey, un guitarra rítmica y cantante, Tobio Lotto, que no canta demasiado, pero, ¿qué coño importa? y el auténtico frontman de la banda, Manu Monnier, armónica y maracas, un tipo que da botes como el saltamontes Flip de la abeja Maya, sólo que en un espacio dónde sólo podría saltar David el Gnomo. Tremendo, escogiendo en cada canción el número correcto en la afinación de armónica y saliendo con el guitarra a mezclarse entre los asistentes que, a partir del minuto uno, no podían reprimir una sonrisilla de felicidad y el tópico y bendito movimiento de cabeza.
Al final del concierto, yo mismo le tuve que decir que la armónica que le faltaba la había dejado encima del monitor colgado del techo, entre hostiazo y hostiazo al propio monitor (el de sonido se acercó a primera fila un par de veces). Sinceramente, de los temas de esa noche sólo pude reconocer el cover de “Hooked” de Wylde Mammoths, el “I ain’t done no wrong” y “Honey in your Hips” de los Yardbirds (al menos lo juraría) así como un tema del single que tienen con Dirty Water Records.
Noche redonda, de las que merecen la pena, por 5€ (gracias Low Festival) y un poco más congratulado con el mundo después de 55 minutos de descubrimiento.
Reseña:
Claudio Menor
Barcelona.
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